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LA HERMENEUTICA EN ESTE SIGLO 21

LA HERMENEUTICA  EN ESTE SIGLO 21 
La hermenéutica crítica se opone a considerar que la interpretación es un factor de la reproducción, y que con éste se pueden eliminar todos los mal entendidos, la hermenéutica crítica se supone anudada con los efectos no intencionales de la comunicación que en más de una ocasión determinan a los efectos intencionales de la hermenéutica vista en su sentido funcional es el espacio «idóneo» donde se anula el caos social y se reducen a su mínima expresión los «errores en la interpretación» como accidentes o disfunciones de la praxis social. Los efectos no intencionales, el caos, no desparecen en la interpretación al solamente considerarlo accidental, esta acción significa forzar la interpretación de la realidad, eliminando a la corporalidad viviente y su linguisticidad que no se ajusta a la funcionalidad del de la sociedad de la univocidad.
El problema de investigación propuesto, se puede traducir al siguiente cuestionamiento: ¿Cuáles son los nuevos sentidos de la hermenéutica crítica que resalta la linguisticidad de la corporalidad viviente y sus permanentes nuevos sentidos de interpretar? .El análisis histórico del desarrollo de la hermenéutica -en este artículo- nos permite dar cuenta sobre el sentido vital del proceso de interpretación.
La hipótesis es que la interpretación no es una esencia absoluta al margen de los efectos no intencionales de las acciones intencionales. La interpretación no es el recurso comunicativo para reprimir o controlar el ejercicio interpretativo de lo no intencional. Al describir un análisis histórico de la hermenéutica, encontramos que ésta representa un proceso contradictorio donde las distintas formas de interpretación y el reconocimiento de sus fundamentos siempre abren un espacio de contenido futuro.
Una interpretación hermenéutica tiene que dar cuenta que la interpretación unívoca puede homogenizar ciertos ámbitos particulares de la realidad pero no puede hacer desaparecer sus efectos no intencionales, pues esta situación limita la riqueza vital de la interpretación. Estamos ciertos que la hermenéutica es una forma de vida, aunque es este articulo acentuaremos los modelos hermenéuticos como herramienta metodológica. Esta manera de significarla busca recuperar la capacidad interpretativa, la hermenéutica crítica nos sirve para darle fundamento al hecho de que la praxis social no puede ser acrítica de sus efectos intencionales y no intencionales. Elaborar un artículo sobre la hermenéutica -no solamente tiene una importancia teórica- también responde como una condición de posibilidad para interpelar contra la sociedad del discurso unívoco totalitaria. Se trata de construir una hermenéutica del límite que nos sirva para interpelar a la violencia del consenso que es sorda a su coerción y a sus argumentos de hegemonía. Una hermenéutica articulada a la crítica tiene que producir espacio que no se limite a un orden establecido, donde la interpretación juegue un papel trascendental para comprender los riesgos en los que nos encontramos como sociedad globalizada del discurso unívoco.
Pensamos que las nuevas formas de interpretación crítica es una de las condiciones de necesariedad para generar espacios de dialogo con un discurso que se asume y ejerce como totalitario. Sería una ilusión de la «mala infinitud» el pensar que con la hermenéutica crítica, daremos respuesta a todos los problemas sociales en términos universales; el ejercer la interpretación nos da mejores condiciones de posibilidad para el dialogo, cuya condición sea el ejercicio de la racionalidad vital y se ejerza para un análisis sobre la compleja situación que hoy estamos atravesando como humanidad.
El sentido semántico de la palabra, representa una modalidad de acceso a la realidad a la realidad de los signos y su textualidad, sin embargo aunque esta modalidad de la compresión y nos da un horizonte de reflexión, ésta tiene que verse como una condición necesaria pero no es suficiente, su nivel de insuficiencia está determinado por la implicación de las palabras con otros contextos de producción. La afirmación anterior, exige un esfuerzo de comprensión hacia nuevos ámbitos de reflexión sobre lo que significa la hermenéutica. Esto implica la posibilidad de interpretar, detectando nuevas direcciones y extrayendo conclusiones en horizontes de compresión más amplios.
Proponemos, ahora, un segundo momento de la reflexión que se ubica al interior de algunas de las principales etapas históricas de la construcción hermenéutica. Recurrir al uso de las fuentes históricas y la restauración del nexo vital al cual pertenece la hermenéutica, nos proporciona nuevos ámbitos de compresión del sentido del trabajo hermenéutico. Si el ejercicio interpretativo se vincula con el trabajo ético de la responsabilidad solidaria por la vida de toda la humanidad, estaremos generando un sentido de ruptura con la interpretación de la univocidad totalitaria.
Con este trabajo proponemos establecer una consistente fundamentación para el trabajo de toda praxis de trasformación social que se implique en la responsabilidad solidaria por la vida de toda la humanidad. Esto significa, que la hermenéutica llega a su «verdadera esencia» si logramos transformar la posición de univocidad de la tarea interpretativa. Teniendo presente esta consideración, haremos un recorte histórico didáctico que implica determinar un punto de partida, mismo que ubicaremos en la filosofía griega, en este renglón es pertinente tomar en cuenta que la hermenéutica no nace en la cultura griega, es mucho más antigua, está ya presente en la racionalidad mítica-religiosa de las primeras civilizaciones agrícolas del norte de África, sin embargo por un recurso metodológico, haremos el recorte en el horizonte del pensamiento griego.
La compresión sólo se convierte en una tarea necesitada de dirección metodológica a partir del momento en el que surge la conciencia histórica, que implica una distancia fundamental del presente frente a toda trasmisión histórica. La hermenéutica griega trabaja con temas como la retórica, entendida ésta como una estructura activa del lenguaje, propone que más allá de la pura recepción pasiva, el interprete introduce nuevas formas del sentido en el lenguaje.
En la época alejandrina, lo hermenéutico no quiere decir primeramente interpretar, sino antes que nada significa traer lo nuevo, la novedad del mensaje. Dicho de otra manera, la hermenéutica griega, retoma los principios del papel activo de interpretante para decirnos que si queremos encontrar el sentido de la interpretación, éste no surge como una teoría de la recepción pasiva, sino como una práctica de la trasmisión activa como mediación de lo dicho.
La relación entre ética e interpretación tiene una clave de lectura en el pensamiento socrático que introduce el sentimiento y espíritu por la novedad en la esperanza por nuevas eras por venir, esta concepción invade prácticamente toda la filosofía de Sócrates que además de vincular la ética con la interpretación, mostraba que ésta era una forma privilegiada de darle fundamento a la acción comunicativa.
En la propuesta socrática, se da la necesaria vinculación de un pasado con la crítica del presente y el anuncio por el mundo nuevo. Para él la vinculación interpretativa con el pasado no tenía una correspondencia lineal con el presente o el futuro, más bien contenía un distanciamiento en la consideración de que la comprensión de los textos antiguos, sufrían un proceso de descomposición, con lo que la interpretación era entendida como una lectura no estática del pasado, más bien se trataba de anuncio por el futuro siempre distinto.
Los métodos retóricos para Sócrates, se complementaban con el método alegórico que buscaba adaptar los mitos arcaicos al contexto de una sociedad distinta a la que los generó. La interpretación alegórica responde a la exigencia de adaptar en otro contexto temporal la tradición, ésta situación daría origen a uno de los principales problemas de la hermenéutica: el interprete hace compresible lo no comprendido, aquello que llegó a tener un sentido más pleno para las generaciones presentes, sobre lo dicho por las generaciones pasadas.
Los hermeneutas medievales europeos, se enfrentan a la situación de si ciertos modos de interpretar al texto bíblico son los únicos y válidos para toda la humanidad.
Los fundamentos para justificar esta afirmación, estaban dados en el presupuesto de que el texto estaba dictado por una divinidad lo que significaba un solo sentido para su interpretación. «En la exégesis de la Sagrada Escritura la interpretación apunta ante todo a la definición de un significado unívoco».
Esta situación hizo que la hermenéutica medieval privilegiara el uso del análisis literario o histórico para la búsqueda de sentido unívoco. Aunque no se puede decir que todos los hermeneutas medievales suscribieran esta tesis, si es importante considerar que la exégesis de la univocidad, fue usada casi por la gran mayoría para legitimar la jerarquía eclesiástica y el destino último de la humanidad, el cual solamente estaba reservado para los que estaba incluidos en la institución católica.
Agustín de Hipona en sus trabajos sobre el tiempo lineal expresa el tema de la univocidad exegética. Para él, los tiempos pasados y los tiempos venideros se conciben como fases equivalentes en el interior de recurrencias cíclicas, sin principio ni fin, con esta tesis se niega el sentido para otras formas de pensar las cuales recibieron la denominación de herética y fueron excluidas de contexto de interpretación del texto sagrado.
Al final del Medioevo europeo, la interpretación unívoca de un texto, adquiere un sentido de valor normativo para toda interpretación. Esta praxis desemboca en la justificación de una comunidad histórica-institucionalizada -mediante la interpretación formal del texto- llega inclusive al límite entre la vida-muerte del sujeto que no acepta la univocidad de la interpretación.
En términos de la construcción de nuevas formas del pensamiento, lo que sucede es la dogmatización del texto en su contenido y modelo de interpretación impidiendo el avance de la hermenéutica. Los estudios renacentista terminaron por cambiar la concepción y los modelos de interpretación que en el mundo europeo se tenían. Los trabajos de Tomas Moro y Erasmo de Rótterdam, ponen un énfasis significativo sobre el latín, griego y hebreo. A través de estos trabajos el renacimiento confrontó el mundo institucional del Medioevo con la recuperación de las culturas griegas, romanas y cristianas antiguas en sus estadios más originarios.
Se consideraba por parte de los utopistas de renacimiento que el cristianismo, había perdido sus fundamentos originales y que éstos-se podría recuperar- si se tiene como móvil, volver a la vida «originalmente más evangélica» de los primeros cristianos, lo que se suponían una búsqueda en los principios de la vida comunitaria las grandes dosis de verdad existencial, que el mundo medieval había olvidado, y que el mundo moderno por venir, guiado privilegiadamente por la racionalidad práctica parecía no comprender. Este nuevo modelo de docente, se finca en la pretensión de vincular la teoría con la práctica y la acción. Es un cultivador de la retórica, la ilusión ética de la utopía de un futuro diferente al pasado y crítico del presente por medio del estudio de la crítica interpretativa y su relación con la praxis. Estas serán las características del hermeneuta del renacimiento.
Bibliografía
KUHN, Tomas (1983). La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de cultura económica, México, 5ª.
LONERGAN, Bernad (1993). Método en teología, Sígueme Salamanca, Salamanca.
NICOL Eduardo (1997). Los principios de la ciencia, Fondo de cultura económica, México, 4ª.

El cristianismo tuvo que enfrentarse en los primeros siglos con enemigos externos e internos: las persecuciones y las herejías. Las herejías demostraron ser un peligro más perjudicial y duradero que cualquier otro, y causaron no pequeño daño en la vida de la Iglesia. En los dos primeros siglos encontramos tres grupos de herejes importantes: los judaizantes, los gnósticos y los montanistas. Además, hubo otras doctrinas erróneas de menor relieve, como el milenarismo.

a) Los judaizantes
Reciben el nombre de judaizantes los cristianos que defendían la necesidad de continuar con la práctica de las leyes ceremoniales y culto mosaicos para obtener la salvación. Para ellos, el centro de todo el culto cristiano seguiría siendo Jerusalén.

Las opiniones dentro de los judaizantes eran muy dispares. Los más extremistas negaban el valor infinito y objetivo de la redención de Cristo. Éstos son los que san Pablo llama falsos hermanos. Otros, por el contrario, adoptaron posiciones moderadas: no negaban ningún dogma cristiano, pero se atenían a los preceptos legales: decían ser seguidores de Santiago el Menor.
Estas tendencias aparecieron desde el inicio del cristianismo, pero no perduraron mucho, por el progresivo alejamiento de los judíos por parte de la Iglesia. Durante la segunda mitad del siglo primero e inicios del segundo, los más intransigentes cayeron en la herejía y fueron llamados ebionistas. San Epifanio nos da noticia de otros, más moderados, que permanecieron en la fe de la Iglesia y son llamados nazarenos; San Jerónimo, en cambio, identifica ebionitas y nazarenos.

b) El gnosticismo
Cuando el cristianismo irrumpió en la sociedad pagana, dos eran las grandes tendencias de los espíritus de entonces. Por un lado, una cierta preocupación religiosa, que la mitología pagana y los fríos cultos oficiales no conseguían aquietar; de ahí surgió el auge que tuvieron las religiones orientales y los cultos mistéricos. Por otra parte, una preocupación filosófica creciente, por el difundirse del pensamiento y los escritores griegos. El cristianismo ofreció nuevos elementos de indudable importancia: el monoteísmo y la relación íntima con Dios.
De ese variado espectro de tendencias surgió el gnosticismo, que tuvo una enorme importancia en la vida de la Iglesia, pues fue su mayor enemigo. Para comprender la virulencia de las sectas gnósticas, hay que considerar que todas ellas se apoyaban en una supuesta revelación hecha por alguno de los Apóstoles, no a los obispos, sus sucesores, sino a personas privadas, que a su vez las transmitieron a los “elegidos”; introdujeron así un grave error: una tradición al margen de la Tradición jerárquica y pública de la Iglesia. Los gnósticos intentaron hacer una síntesis entre cristianismo y mitos religiosos orientales, dándole un fundamento filosófico. La filosofía sería, pues, el elemento esencial dentro de su concepción, que se podría caracterizar como una “gnosis” o conocimiento superior. Los gnósticos se presentaban como los cristianos que poseían los conocimientos más altos y secretos; conocimientos que no se podían entregar a la gente sencilla e ignorante, sino sólo a un grupo cerrado de iniciados. Se trataba, en definitiva, de poner la filosofía por encima de la Revelación, y darle a esta doctrina un cierto sabor mistérico que la hiciese más atrayente. Por todo esto, el gnosticismo representó una fuerte tentación para muchos cristianos, especialmente los que poseían una cierta cultura. Esto es semejante a lo que ha ocurrido a lo largo de la historia, con la aparición de los diversos racionalismos que ponen a la razón como norma y juez de todo lo divino y lo humano.

Síntesis doctrinal
El pensamiento gnóstico no es unitario, sino que presenta una cantidad insospechada de matices y variaciones según el gusto de cada uno de sus fautores. Sin embargo, muestra algunas constantes, que se pueden describir del siguiente modo:
1) Su punto de partida es un dualismo radical: hay dos principios absolutos y totalmente opuestos: Dios y la materia. Dios es totalmente trascendente, origen de todo bien y completamente ajeno al mal. La materia es el principio del mal y de la corrupción, y existe desde siempre, pero en estado caótico e informe.

2) Entre el Bien y el Mal están los eones, que son unos entes intermedios procedentes por parejas del Bien. A medida que los eones pertenecen a estratos ontológicos más alejados del Bien, resultan menos perfectos. Uno de estos eones se apartó del Bien y se hizo malo. Este eón fue el que ordenó la materia caótica y eterna, dando así origen al mundo material (este sería el Dios del Antiguo Testamento). Además, los eones procedentes de este último también serían malos. Así queda explicado, según el gnosticismo, el origen de las fuerzas malignas y de todo lo malo.

3) Como consecuencia de su origen, todas las cosas materiales son de suyo malas. El cosmos y su belleza no son más que expresión de la potencia del mal. El mundo no sólo es una tierra extranjera por donde se va a la Patria, sino una cárcel en la que los hombres están atrapados. Toda la vida corpórea es mala y lucha contra el espíritu.

4) Los hombres son una chispa de luz, de espíritu, encerrada en el mundo material. Según una mayor o menor posesión de esa luz o germen divino, los hombres se dividen en: a) espirituales, los que tienen esa luz en tal grado que con independencia de sus obras se salvarán; b) psíquicos, los que tienen que iniciarse en los cultos mistéricos para salvarse; c) materiales, los que están irremisiblemente perdidos.
5) En cuanto a la moral, coinciden en que lo esencial es la gnosis, el conocimiento, para alcanzar la salvación. Las discrepancias surgen en la interpretación de la praxis moral. Según unos, es necesaria la renuncia a todo lo material, los placeres, etc. Sin embargo, la mayoría de los gnósticos sostenían que no era preciso seguir tal comportamiento; es más, se podía llevar una vida licenciosa con tal de tener la gnosis y pertenecer al grupo de los espirituales o a los psíquicos.

Historia

Los orígenes remotos del gnosticismo se pueden halar en el siglo II antes de Cristo, con la difusión del helenismo en Oriente, tras las conquistas de Alejandro Magno (334–324). No obstante, la gnosis comienza propiamente en tiempos apostólicos. Simón el Mago (cfr. Hechos 8, 9-26) es considerado fundador de una de las dos grandes ramas gnósticas: la gnosis siríaca. La otra rama importante es la alejandrina, cuyos mayores representantes fueron el sirio Basílides –cuya influencia llegó hasta Roma– y Valentín. Esta gnosis destaca por su mayor desarrollo especulativo, pues asumió gran número de elementos de filosofía neoplatónica, que la condujeron a dar gran importancia a las doctrinas sobre la emanación de los eones.
Un gnóstico de gran relieve fue Marción, que destaca por su gran desarrollo especulativo. Marción llegó a Roma en torno al año 135, tras haber sido expulsado del Ponto por su padre, que era el obispo del lugar. En Roma consiguió granjearse el prestigio y la confianza de la comunidad cristiana, gracias a sus riquezas, que distribuyó generosamente. Sin embargo, pronto fue expulsado de nuevo, pues comenzó a predicar sus ideas. Fundó entonces una iglesia separada, estructurándola con una jerarquía, leyes, culto, etc. Consiguió abundantes adeptos y su influencia fue grande. Esta secta herética sobrevivió hasta el siglo V. Por el mucho daño que hizo entre los cristianos, Marción mereció que San Policarpo le tildara de «primogénito de Satanás».
Marción plasmó sus ideas en una obra, Antítesis, dedicada a analizar las contradicciones entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Su idea central es que el Antiguo Testamento es fruto del demiurgo, un eón cruel y vengativo, autor del mundo. El Nuevo Testamento, contrapuesto al Antiguo, es fruto del Dios del Amor, que se manifestó tomando un cuerpo aparente, ya que la materia de suyo es mala.

c) El montanismo
El montanismo representa el mayor intento, dentro de la antigüedad cristiana, de eliminar la Jerarquía de la Iglesia, y reducirla a un estado “carismático”. En su origen esta herejía fue una reacción contra la especulación gnóstica y sus frecuentes excesos morales.

Esta secta toma el nombre de su fundador, Montano de Frigia, quien afirmó haber tenido un éxtasis poco después de su bautismo, y haberse convertido en el instrumento del Espíritu Santo. Comenzó su predicación hacia el 172. Pretende que su revelación completa la de Cristo y, por tanto, sus adeptos no tienen que separarse de la Iglesia, sino permanecer dentro de ella como el grupo de los perfectos o espirituales, que han recibido la plenitud de la revelación. Los perfectos o espirituales, según Montano, poseían gran cantidad de carismas –profetizaban, tenían visiones, etc.– y estaban por encima de la Jerarquía, que se limitaría a regir a los demás cristianos que aún no habían aceptado la plenitud de la doctrina. La superioridad de los espirituales se mostraba, según ellos, por su moral austera: hacían frecuentes ayunos, mortificaciones corporales, no se permitían las segundas nupcias, los pecados cometidos después del bautismo eran imperdonables, etc.
Los montanistas tuvieron mucha influencia durante los siglos II y III, especialmente por la presencia de Tertuliano, que llegó incluso a formar un grupo aparte dentro de los montanistas. Con el tiempo se disociaron en diversas sectas, fueron combatidos por los emperadores, condenados por los concilios y acabaron por desaparecer en el siglo VIII.

d) El milenarismo
El milenarismo puede entenderse como la continuación de la tendencia judía que interpretaba el reinado del Mesías de modo temporal. Algunos cristianos, apoyándose en textos del Apocalipsis, creyeron que Cristo vendría por segunda vez a la tierra para reinar mil años con los justos. Después vendría el fin de los tiempos.
Esta doctrina, más que como una herejía peligrosa, hay que considerarla una opinión sostenida por algunos cristianos, incluso ortodoxos, explicable por la situación de los primeros siglos: dificultades para obtener puestos públicos, calumnias, persecuciones, etc. El mismo San Justino fue milenarista, pero explica claramente que eso es una opinión suya no compartida por otros muchos cristianos: «Yo, por mi parte, y algunos otros cristianos de recto sentir en todo, no sólo admitimos la futura resurrección de la carne, sino también mil años en Jerusalén, reconstruida, hermoseada y dilatada»; pero allí mismo dice refiriéndose al milenarismo: «También te he indicado que hay muchos cristianos de pura y piadosa sentencia que no admiten esas ideas».
Este error fue combatido a lo largo del siglo III y IV, y fue desapareciendo a lo largo del siglo IV, cuando cambiaron las relaciones entre Iglesia e Imperio.

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