Reconozcamos y desarrollen sus dones espirituales
Reconozcamos Y desarrollen sus dones espirituales.
Las Escrituras mencionan muchos dones del Espíritu. Esos dones se han dado a los miembros de la Iglesia verdadera cuando ésta ha estado sobre la tierra (véase Marcos 16:16–18).
A los maestros: Considere pedir a cada uno de los miembros de la clase o de la familia que repasen la lista de dones espirituales de este capítulo y que elijan dos de los cuales les gustaría aprender más. Como parte de la lección, deles tiempo para que estudien por su cuenta los párrafos y los pasajes de las Escrituras que se relacionan con los dones que hayan elegido. Una vez que hayan tenido tiempo para estudiar, pídales que compartan lo que hayan aprendido.
En las Escrituras aprendemos acerca de los dones espirituales que el Señor les ha dado a Sus hijos y sobre nuestra responsabilidad en cuanto a desarrollarlos. El reverendo élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Durante nuestro tiempo en la tierra tenemos el mandato de desarrollar los dones y las habilidades naturales con las que nuestro Padre Celestial nos ha bendecido... Al ejercer y magnificar estos dones, seremos capaces de cumplir con los llamamientos y las responsabilidades que tendremos en la vida”.
¿Cómo reconocemos y desarrollamos los dones que se nos han dado? ¿Por qué se nos dan dones? El reverendo élder Hales responde a estas preguntas.
Cómo reconocer los dones
“Debemos orar y ayunar para encontrar los dones que se nos han otorgado. A menudo las bendiciones patriarcales nos hablan de los dones que hemos recibido y declaran la promesa de dones que podemos recibir si les procuramos”, dice el Reverendo élder Hales. A fin de acceder a nuestros dones, debemos estar viviendo uno “en armonía con los principios del Evangelio” si quieres que sean dones buenos divinos con el poder angelical de DIOS.
Dones espirituales
Encontrar una lista de dones espirituales en Moroni 10:8-17 y 1 Corintios 12:4-10.
Nos advierte de que debemos distinguir entre los verdaderos dones espirituales y los falsos. Los dones espirituales verdaderos “son una bendición y un beneficio para quienes aman a Dios y guardan Sus mandamientos”.
Por lo general, los dones no se manifiestan de modo espectacular, aunque podría suceder. Por ejemplo, al utilizar el don del discernimiento, a menudo recibiremos respuesta a nuestras oraciones “pasado un tiempo y casi siempre con una solución natural mediante la cual las personas puedan actuar en consonancia con los sentimientos de su corazón (que les proporcionan paz y consuelo), en vez de a través de una revelación espectacular”.
Magnificar los dones
“La ley de la cosecha es simplemente que en la vida no se consigue algo a cambio de nada”, dice el reverendo élder Hales, quien compartió una experiencia acerca de un comentario que le hizo un traductor sobre la buena fortuna de éste al tener el don de lenguas. El traductor respondió: “Mi don de lenguas es el fruto de miles de horas de estudio y de superar muchos momentos de fracaso y desánimo”. El reverendo élder Hales señala que desarrollar los dones no es una tarea sencilla; para sacarle el máximo partido a los dones que hemos recibido debemos realizar el esfuerzo correspondiente.
Precisamos “trabajar juntos para utilizar y desarrollar los dones del Espíritu” y “enseñarnos unos a otros como procurarnos”, dijo, explicando que “los dones que recibe una persona no son sólo para ella, sino también para quienes puedan beneficiarse cuando se comparten con otras personas”.
El propósito de los dones
“Los dones del Espíritu pueden guiar y enriquecer nuestra vida”, dijo el reverendo élder Hales. “Puede fortalecernos espiritual y temporalmente; pueden ayudarnos a bendecir la vida de otras personas. Pero por encima de todo, pueden brindarnos consuelo en momentos de prueba; pueden ayudarnos a magnificar nuestros llamamientos; pueden ayudarnos a orientarnos en nuestras relaciones; pueden ayudarnos a evitar el ser engañados...
“Dios nos ha dado los dones del Espíritu para que podamos acercarnos más a Su círculo de amor. Él desea que podamos recibir los dones del Espíritu y magnificarlos para que crezcan en nuestro interior... Al hacerlo, aumentará nuestra fe en Él y cumpliremos con nuestro destino verdadero: regresar a Su presencia como valientes hijos e hijas Suyos”.
Lea estos mensajes completos del élder Hales: “Gifts of the Spirit” [Dones del Espíritu] “Every Good Gift” [Los mejores dones]
El don de lenguas (D. y C. 46:24)
A veces es necesario comunicar el Evangelio en un idioma que no conocemos; cuando eso sucede, el Señor puede bendecirnos con la habilidad de hablarlo. Muchos misioneros han recibido el don de lenguas (véase la ilustración que figura en este capítulo). Por ejemplo: el élder Alonzo A. Hinckley estaba sirviendo una misión en Holanda pero comprendía y hablaba muy poco el idioma del país a pesar de que oraba y estudiaba mucho. Un día en que fue a una casa que ya había visitado antes, una señora le abrió la puerta y le habló en forma airada en holandés. Asombrado, se dio cuenta de que podía comprender todo lo que la mujer le decía y tuvo un gran deseo de expresarle su testimonio en ese idioma. Entonces, comenzó a hablar y las palabras brotaban de su boca en un claro y perfecto holandés; pero cuando regresó a contarle a su presidente de misión que ya podía hablar esa lengua, esa habilidad lo había dejado. Muchos miembros fieles de la Iglesia han sido bendecidos con el don de lenguas. (Véase Joseph Fielding Smith, Answers to Gospel Questions, compilación de Joseph Fielding Smith Jr., 5 tomos, 1957–1966, tomo II, págs. 32–33).
El don de interpretación de lenguas (D. y C. 46:25)
Este don lo recibimos algunas veces cuando no comprendemos un idioma y tenemos que recibir un mensaje importante de Dios. Por ejemplo, el presidente David O. McKay tenía un gran deseo de hablarle a los miembros de la Iglesia de Nueva Zelanda sin la ayuda de un intérprete. Él les dijo que esperaba que el Señor los bendijera para que pudieran comprender lo que iba a decirles y les habló en inglés. Su mensaje duró 40 minutos y, a medida que hablaba, podía ver por la expresión de muchos y por las lágrimas que corrían por los rostros, que estaban recibiendo su mensaje. (Véase Answers to Gospel Questions, tomo II, págs. 30–31).
El don de traducción (D. y C. 5:4)
Si los líderes de la Iglesia nos han llamado para traducir la palabra de Dios, podemos recibir un don para traducir que va más allá de nuestra aptitud natural. Lo mismo que con cualquier otro don, para recibirlo debemos vivir rectamente, estudiar mucho y orar. Cuando hacemos eso, el Señor hace que nuestro pecho arda dentro de nosotros para indicarnos que la traducción es correcta (véase D. y C. 9:8–9). José Smith tenía el don de traducción cuando tradujo el Libro de Mormón. Ese don lo recibía sólo cuando se encontraba en armonía con el Espíritu.
El don de sabiduría (D. y C. 46:17)
A algunos de nosotros se nos ha bendecido con la facultad de comprender a la gente y los principios del Evangelio y la forma en que éstos se aplican a nuestra vida. Se nos ha dicho:
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
“Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la ola del mar, que es movida por el viento y echada de una parte a otra.
“No piense, pues, ese hombre que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:5–7).
El Señor dijo: “no busquéis riquezas sino sabiduría; y he aquí, los misterios de Dios os serán revelados…” (D. y C. 6:7).
El don de conocimiento (D. y C. 46:18)
Todo aquel que llegue a ser como nuestro Padre Celestial finalmente conocerá todas las cosas. El Espíritu Santo es quien revela el conocimiento de Dios y de Sus leyes (véase D. y C. 121:26). Es imposible que nos salvemos si ignoramos esas leyes (véase D. y C. 131:6).
El Señor reveló: “y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero” (D. y C. 130:19). El Señor nos ha mandado que aprendamos todo lo que esté a nuestro alcance acerca de Su obra. Él desea que aprendamos acerca de los cielos, de la tierra, de lo que ha sucedido o sucederá, de las cosas que existen en el país o en el extranjero (véase D. y C. 88:78–79). Sin embargo, hay personas que tratan de obtener conocimiento solamente por medio de su estudio personal sin solicitar la ayuda del Espíritu Santo; son quienes están siempre aprendiendo sin llegar nunca a la verdad (véase 2 Timoteo 3:7). Cuando recibimos conocimiento por medio de la revelación del Espíritu Santo, Él habla a nuestra mente y a nuestro corazón (véase D. y C. 6:15, 22–24; 8:2; 9:7–9).
El don de enseñar sabiduría y conocimiento (Moroni 10:9–10)
A algunas personas se les da la habilidad especial de explicar y testificar sobre las verdades del Evangelio. Ese don lo puede utilizar un maestro cuando enseña una clase, y los padres cuando enseñan a sus hijos. Este don nos ayuda también a impartir instrucción a otras personas para que ellas puedan comprender el Evangelio.
El don de saber que Jesucristo es el Hijo de Dios (D. y C. 46:13)
Este don se le ha otorgado a los profetas y apóstoles, a los cuales se ha llamado como testigos especiales de Jesucristo. Sin embargo, otras personas también han recibido este don. Toda persona puede tener un testimonio por medio de la inspiración del Espíritu Santo. El presidente David O. McKay enseñó: “El Señor dice en Doctrina y Convenios que a algunos se da el saber por el Espíritu Santo que Jesús es el Hijo de Dios y que fue crucificado por los pecados del mundo [véase D. y C. 46:13]. Me refiero a los que permanecen firmes sobre la roca de la revelación en el testimonio que expresan al mundo” (Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: David O. McKay, 2004, pág. 182).
El don de creer en el testimonio de los demás (D. y C. 46:14)
Mediante el poder del Espíritu Santo podemos conocer la verdad de todas las cosas. Si deseamos saber si alguien más está diciendo la verdad, debemos preguntar al Señor con toda nuestra fe y, si aquello por lo que oramos es verdadero, el Señor hablará paz a nuestra mente (véase D. y C. 6:22–23). De esa forma sabremos cuando alguien más, aun el profeta, ha recibido revelación. Nefi le pidió al Señor que le permitiera ver, sentir y saber que el sueño de su padre era verdadero (véase 1 Nefi 10:17–19).
El don de profecía (D. y C. 46:22)
Quienes reciben revelaciones verdaderas acerca del pasado, el presente o el futuro tienen el don de profecía. Los profetas poseen ese don; sin embargo, nosotros también podemos tenerlo para que nos ayude a gobernar nuestra vida (véase 1 Corintios 14:39). Podemos recibir revelaciones de Dios concernientes a nuestra vida y a nuestros llamamientos, pero nunca con respecto a la Iglesia y a sus líderes. Es contrario al orden de los cielos que una persona reciba revelación a favor de una persona a quien no preside. Si realmente tenemos el don de profecía, no recibiremos ninguna revelación que no esté de acuerdo con lo que el Señor ha dicho en las Escrituras.
El don de sanidad (D. y C. 46:19–20)
Algunas personas tienen la fe necesaria para sanar y otras tienen la fe para ser sanadas. Todos podemos ejercitar esa fe para ser sanados cuando estamos enfermos (véase D. y C. 42:48). Muchos poseedores del sacerdocio tienen el don de sanar a los enfermos, y a otras personas se les puede dar el don de saber cómo curar enfermedades.
El don de efectuar milagros (D. y C. 46:21)
El Señor ha bendecido muchas veces a Su pueblo en forma milagrosa. Cuando los pioneros mormones plantaron sus primeras cosechas en Utah, una plaga de langostas casi termina con ellas. Los pioneros oraron suplicando al Señor que salvara sus cosechas, y Él envió una bandada de gaviotas que devoraron a las langostas. Cuando necesitamos ayuda y pedimos con fe, el Señor hará milagros si lo que suplicamos es para nuestro bien (véase Mateo 17:20; D. y C. 24:13–14).
El don de fe (Moroni 10:11)
El hermano de Jared poseía una gran fe, debido a la cual recibió otros dones. Su fe fue tan grande que se le apareció el Salvador (véase Éter 3:9–15). Sin fe, no se puede recibir ningún otro don. Moroni promete: “…quien crea en Cristo, sin dudar nada, cuanto pida al Padre en el nombre de Cristo, le será concedido…” (Mormón 9:21). Debemos procurar aumentar nuestra fe, descubrir nuestros dones y utilizarlos.
Algunas personas no tienen fe y niegan que realmente existan esos dones del Espíritu. Moroni les dice a tales personas:
“Y también os hablo a vosotros que negáis las revelaciones de Dios y decís que ya han cesado, que no hay revelaciones, ni profecías, ni dones, ni sanidades, ni hablar en lenguas, ni la interpretación de lenguas.
“He aquí, os digo que aquel que niega estas cosas no conoce el evangelio de Cristo; sí, no ha leído las Escrituras; y si las ha leído, no las comprende” (Mormón 9:7–8).
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