poemas de MÁXIMO PÉREZ GONZALO



NANA DE UN SUEÑO
En la cuna soñada
de mi noche despierta,
y a la dulce alborada
que deslumbra en mi puerta
duerme un niño en la cuna
arropado a mi instinto
dibujando la luna
en mi escaso recinto.
Con esperanza cubre
la sed apasionada
de quien mama en la ubre
hasta no dejar nada.
Un olor a claveles
engrandece mi casa
suavizando las mieles
del afán que me abrasa.
Cosecha de mí mismo,
surtido de mis venas,
ocultando el abismo
donde duermen mis penas.
Una caricia al centro
de su rostro en relieve,
en la luz donde encuentro
sus manitas de nieve.
Duerme, niño, fortuna
de un campo a mis antojos,
te cubriré en la cuna
con el beso en mis ojos.
Apasionado intento
de una alegre mañana
respiraré en tu aliento
el vaivén de mi nana.
Caminos galopantes
sobre un caballo alado
en los breves instantes
cuando estás a mi lado.
Baja en la fresca brisa
como un sol mañanero,
me crecerá en tu risa
ese yo, que en ti espero.
............................
En la noche despierta
de mi cuna soñada,
cuando el sol da en mi puerta
ya no hay cuna, ni hay nada.
ORFEO Y EL AFILADOR
La mañana amanece con frescura y fervor
al ritmo y la cadencia, que emanan de una fuente;
solitario me pierdo al vaivén de la gente
una estrella en mis dedos, y en mi boca una flor.
Un arpegio de flauta por la calle empedrada
de afilador austero, que coloca su rueda,
me refresca la mente a la tenue alborada
y saludo a una anciana al cruzar la alameda.
Suena de Orfeo un nuevo concierto a la mañana
agridulce al oído, que a los dioses despierta;
no cederán el fuego, cerrando la ventana
y ocultarán la antorcha detrás de cada puerta.
Con la duda en los ojos, y en la mente un deseo
a las luces del alba comienza la partida,
una rosa en los labios, o la flauta de Orfeo
solitarios errantes nos buscamos la vida.
Afilador, despierta de tus sueños altivos
de esmeriles crepúsculos de tu vocabulario,
siempre tendrás atada la rueda a tu calvario,
sin control de las riendas de tus días cautivos.
Vagabundo mecido por la ley de un oficio,
el pedal que tú oprimes será siempre tu esposa;
en mi inquietud me abrasa la fe en el mismo vicio,
te cambiaré, si quieres, tu flauta por mi rosa.

HADA DE LAS NOCHES
En las noches tibiasde mis dulces sueños,con alas azulesy una paz de ensueñote siento a mi ladocaída del cielo.Dime, princesitade esos ojos bellos,¿robaste a algún ángelsus vivos destellos?Mi corazón latepor llevarte dentro.No sé cómo eresni sé tus deseos,cómo hacerte míaserá mi secreto.Lágrimas y risashabrá en nuestro encuentro,un ramo de rosascargado de besos,y en las madrugadascampanas al vuelo,sentiré tus manos,sentiré tu aliento,a la par de un mundomás tranquilo y tiernopor ese milagroque de ti presiento.
Hada de las nochesdulces de mis sueños,mi corazón latepor llevarte dentro.

NOCHE DE ESTRELLAS                                         (En recuerdo de mi abuela Delfina)
Cuánta paz en los cuentos de la abuelaen la noche estrellada, hasta los cielosun caballo subía, con su espuelabarría las estrellas, los desvelos
de aquella anciana por cuidarnos erallenar nuestra niñez de fantasía,aún recuerdo a esa abuela cada díabailándole sus ojos de hechicera.
El corro era infantil y apresuradoa navegar por un mundo infinito,tras la espada de Orión, un ser airadofurtivo cazador blando y marchito.
Con un beso de paz, y una sonrisade aquella anciana, alzábamos las manosmirando al cielo en actitud de hermanos,Jacinto, Alberto,  Anamaría  y Luisa.
Como un baile de estrellas, al camino,que nos trazó la vida en sus despojos,buscando el pan con lágrima en los ojostodos nos fuimos rumbo del destino.
A veces vuelvo al pueblo, y en aquellascalles de piedra y barro solo el guiñodel recuerdo me hierve; no hay un niño,ni una abuela y sus cuentos, sólo estrellas.
¿Qué ha sido de vosotros, en qué laresde suerte incierta os colocó la huida? medidos a distancias estelaresnunca volví a saber de vuestra vida.
En mis noches de estrellas una escuelame acaricia en mis sueños, y a mi ladocon el corro infantil de aquel pasadovuelvo a escuchar los cuentos de la abuela.


LA PIPA DEL ABUELO
Hoy recuerdo la pipa del abuelo
palpitando en su mano y apagada,
ronca la voz, ausente la mirada,
se apoya en la pared mirando al cielo.
Con esas manos construyó la casa,
sus pobres manos hoy encallecidas,
en su triste recuerdo sólo amasa
con azúcar y hiel las despedidas.
Una escuela vacía en el poblado,
una triste alameda descuidada,
calles desiertas a uno y otro lado,
de aquello que vivió no queda nada.
¿Qué fue de su familia, de su gente?
hoy vive el pobre solo y abatido,
no comprende el porqué tan de repente
todo un mundo feliz cayó en olvido.
En su recta final nunca disipa
la idea de una nieta que a su lado
le devuelva la vida a su pasado
y que otra vez le encenderá la pipa.

             AMAPOLA
Amapola, que adornas los trigales
de los recuerdos de mi vida entera,
fuiste tú la más noble compañera,
el talismán con que curé mis males.
A la prosa del ser de cada día,
de monótono el tiempo y aburrido,
siento que me acaricias todavía,
por ti recuerdo todo lo que he sido:
Largos caminos de una infancia inquieta,
tierra donde nací pobre y querida,
escuelas, sol y estrellas en mi vida,
rudo en mi ajuar, con alma de poeta.
Me acuerdo de esos amplios horizontes,
de esas puestas de sol, de ese concierto
de aves cruzando por el campo abierto,
y de austeros pastores en los montes.
Con una infancia así, bien compartida
de cariñosos seres, y a tu lado
he vuelto a revivir en el pasado
los mejores momentos de mi vida.
Amapola de luz y primavera
por todo lo que quise y nunca olvido,
eres siempre el recuerdo más querido,
vuelve otra vez, mi corazón te espera.

DE CASTILLA HONORABLE
De Castilla honorable, y en su inmensa llanura,
al amparo de un pueblo solitario y pequeño
con sus casas de adobe, y un sabor hogareño
se respira una vida a la vez dulce y dura.
Caminos solitarios en la noche despierta,
vagos arrieros mudos cruzando el infinito,
la intimidad golpea detrás de cada puerta,
y el silencio se impone como si fuera un rito.
Cruzan esa meseta de enormes parameras
con su salmodia blanca y espumosa los ríos;
arde el sol  por la tarde, y en la noche aires fríos
destemplando esas vidas entre pobres y austeras.
De arrieros el poblado, traficantes de pieles
y ambiguas sementeras donde se siembra el grano,
para el pan y el ahorro comedido a sus fieles,
parroquianos de un mundo más infeliz que humano.
Queda en pie las tabernas, las escuelas y el vicio,
una iglesia en el cerro, sublime campanario.
Con un fardo a la espalda, y aprendiz de un oficio
la juventud se apremia a cumplir con su horario.
La historia se estremece entre los muros viejos,
y en las piedras grabadas hay fechas de otros días
de inmortales hazañas, que quedaron ya lejos
aunque el pueblo renueva sus costumbres tardías.
Venerable hogareño, bajo la piel curtida
el hombre de Castilla con su austera mirada,
silenciará si es buena la estrella de su vida,
si la suerte le ríe apenas dirá nada.
Para su credo dice no creo en ningún santo
aunque a cualquiera de ellos aplicará sus votos;
mezcla desgracia y fe, culpa a Dios, y entre tanto
acude a romerías con promesas y exvotos.
Del cierzo se resguarda, buscando la solana
donde comenta a voces su desgraciada suerte,
con el juego y dinero no hay modo de que acierte,
aunque nunca se sabe qué ocurrirá mañana.
Una calma infinita invade esa llanura
donde la vida austera se gana con cariño,
yo bendigo a esa gente con la misma ternura
que me enseñaron ellos desde que yo era un niño.
Guardo una llama ardiente en un recuerdo mudo
de alboradas despiertas, que me hierven por dentro;
esa tierra bendita me forjará mi escudo,
y mi humilde palabra me llevará a su encuentro.




LA FLAUTA DEL PASTOR
Yo conocí el encanto de un pastor de mi tierra,
la zamarra a la espalda con su atuendo de pieles,
y sus cuidados perros, que a las ovejas, fieles,
al ritmo de cencerros, guiaban a la sierra.
El pastor era humilde, nacido de la gente
más pobre de la zona, no fue nunca a la escuela;
aprendió de memoria los cuentos de una abuela,
y alguna melodía que se grabó en su mente.
Natural artesano de afilada navaja
labró de un cuerno el vaso con que el agua bebía,
para apagar la sed, de alguna fuente fría,
cubriendo la cabeza con sombreros de paja.
Las horas controlaba con un palo y un hilo,
una esfera con rayas donde marcar la sombra;
trocando en cada noche los musgos por alfombra
mirando a las estrellas, se quedaba tranquilo.
Trabajó de una caña de palo de saúco
una sencilla flauta con sus diez agujeros,
buscando los arpegios miraba a los luceros,
manejando los dedos hasta cogerle el truco.
A la sombra de un roble, tumbado sobre el heno,
en las tardes de agosto dormitaba la siesta;
una ligera brisa movía en la floresta
pequeños molinillos de paja de centeno.
Curtido por los vientos, sometido al paisaje
su natural instinto crecía junto al roble,
muy parco en el hablar, y en su torpeza noble
buscó en su flauta amiga la voz de su mensaje.
Y llenaba la sierra de ardientes melodías,
afinado concierto de su humilde recinto,
acoplando las notas a la ley del instinto,
nos sentimos alegres, hasta acabar sus días.
Solitaria cabaña de mis sueños perdidos,
¿quién se llevó la flauta de tus pobres despojos?
Con esa sinfonía que se encendió en mis ojos
hoy recuerdo en su ausencia mis tiempos más queridos.



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